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Novena al Señor de los Milagros

Orden de la Novena

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor de los Milagros, te damos gracias porque a una indiecita, en los comienzos de nuestra historia latinoamericana, la hiciste instrumento de tus maravillas.

Aquella mujer nos recordó que más importaba la libertad de un hombre, que la posesión de una imagen.

Suscita en nosotros el recuerdo de esta lección evangélica siempre que nos postremos ante ti, Señor de los Milagros, para pedirte un favor o agradecerte un beneficio.

Acrecienta nuestra fe en tu presencia, que se manifiesta de diversos modos, ya te adoremos en la Eucaristía, ya te consideremos en tu Evangelio, o cuando nos postremos ante tu cruz,

o te veamos en nuestros hermanos, especialmente en los que sufren y en los que luchan por el logro de sus aspiraciones hacia una vida más digna del ser humano.

Bendícenos misericordioso a todos e inspíranos deseos sinceros de una vida más cristiana y más entregada al servicio de nuestros hermanos.

Amén.

Consideración para el día primero: Los caminos de Dios

Jesús declaró un día: “Te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste a los sabios y entendidos” (Lucas 10,21).

Por eso, el Padre Dios se sirvió de una mujer humilde y pobre, de una indígena lavandera, para entregarnos por ella la imagen de su Hijo muerto y resucitado que contemplamos en esta imagen del Señor de los Milagros. La mujer sencilla, que había conocido lo fundamental de la fe cristiana en la catequesis de los misioneros, ahorraba dinero y trabajaba con el fin de mandar esculpir una imagencita de Jesús Crucificado. Quería tener consigo la representación de su amado Jesús, regalo de Dios a toda la humanidad. “Tanto amó Dios al mundo, que envió a su propio Hijo, para que todo aquel que crea en Él tenga vida eterna” (Juan 3,16).

– Meditemos estas frases del evangelio, mientras contemplamos en la imagen la cruz luminosa del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (saludar a los vecinos, orar por una persona enferma, etc..).

Plegaria:

Jesús, tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia ti y quiero pedirte que sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado destroza y desgarra la integridad del ser humano, que destruye las relaciones entre las personas y nuestra amistad contigo. Pero no existe pecado ni enfermedad que tú no puedas curar con tu palabra omnipotente. Tú eres el Dios con nosotros; te pido que transformes mi vida.

María, Madre del Redentor, ora conmigo para que pueda obtener la gracia de la sanación, no sólo para mí, sino también para aquellos por quienes deseo interceder ante el Señor. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: !Gracias, Señor, por habernos hecho cristianos! !Auméntanos la fe!

Medite brevemente y pida la gracia que se desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

1.Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día primero: Recorrer el Viacrucis o meditar los pasos ante un crucifijo.

Consideración para el día segundo: El prójimo, imagen viva de Cristo

Ya tenía la indígena el dinero necesario para mandar hacer la imagen: setenta reales en moneda de la época. Pero supo que a un padre de familia lo llevaban a la cárcel porque le debía a un usurero precisamente la suma de setenta reales. Y el dinero ahorrado para comprar el crucifijo sirvió más bien para dar la libertad a aquel hombre. La mujer había entendido aquello del evangelio: “Estuve preso y se interesaron por mí… pues todo lo que hicieron por uno de mis hermanos más humildes a mí me lo hicieron” (Mateo 25,36.40). En verdad, importa más la libertad de un ser humano que la posesión de una imagen. Así nos dio aquella indígena una gran lección, porque la fe venera las imágenes que nos recuerdan el amor de Dios, pero antes debe vivirse en el amor y el servicio al hermano, sobre todo el más necesitado. El amor fraterno es el sello de la autenticidad de nuestra fe cristiana. Como dijo Jesús: “Si se aman unos a otros, todo el mundo conocerá que son discípulos míos” (Juan 13,35).

– Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos en la imagen la herida del costado.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (ayudarle a una persona necesitada, dar un buen consejo a alguien, etc..).

Plegaria:

Señor Jesucristo, muchas veces he olvidado mirarte en el espejo de quienes necesitan una ayuda de mi parte. Incluso en mis relaciones familiares, a veces, he fallado en el cumplimiento de mis responsabilidades y he preferido dejarme llevar por mis apetitos malsanos, gastando dinero, tiempo y salud en cosas inconvenientes. ¡Sáname de mis vicios y de las resistencias para hacer el bien a los demás! Hazme consciente de que como cristiano debo exigir y ofrecer igualdad de oportunidades para todos, construyendo una sociedad donde haya justicia y paz.

María, nuestra Señora de Caná, con tu intercesión alcánzame la gracia de preocuparme por los demás y servirles desinteresadamente. Enséñame a integrar el amar a Dios y al prójimo. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

 

Jaculatoria: !Señor de los Milagros, haz que entre nosotros cesen los odios y reine la caridad!

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día segundo: Recordar las obras de misericordia y ejercitarse en una de ellas.

Consideración para el día tercero: El Cristo de las aguas

La indiecita siguió lavando ropa en las aguas del Guadalajara, que entonces corría por donde hoy está la torre de la Ermita. Un día, entre las espumas del río, la mujer observa un objeto brillante; era un pequeño crucifijo. Emocionada lo toma en sus manos. Lo lleva a su choza, lo coloca en una cajita de madera y empieza a venerarlo con su sencilla piedad de mujer del pueblo. Si antes había reconocido la imagen de Jesús en el prisionero; ahora recoge como recompensa la imagen que tanto deseaba.

También nosotros hemos encontrado a Cristo en las aguas, pues por las aguas del bautismo se imprime en nosotros la imagen viva de Jesucristo. “Todos ustedes, que fueron bautizados para unirse a Cristo, se encuentran revestidos de él” (Gálatas 3,27). Las aguas bautismales nos hacen hijos de Dios. “Por medio del bautismo fuimos sepultados con Cristo, para ser resucitados y vivir una vida nueva” (Romanos 6,4).

– Meditemos estas palabras de san Pablo, mientras contemplamos las manos del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (leer y meditar un párrafo de los evangelios, confortar a una persona que tiene un duelo, etc.).

Plegaria:

Padre de bondad, en nombre de tu Hijo Jesús renuncio a todo pecado, renuncio al maligno y a todas sus seducciones, a sus mentiras y engaños. Renuncio a la idolatría del placer, del poder o del tener. Renuncio a mi resentimiento y a mi rencor. En Cristo Jesús me has hecho hijo tuyo; libérame de todas las heridas provocadas por el desamor y que me impiden amarte. Tú eres mi Señor en la salud y en la enfermedad, en el éxito y en el fracaso, en las alegrías y en las tristezas, en la vida y en la muerte, en el presente y en la eternidad.

María, madre del amor hermoso, eres tú quien mejor conoce a Jesús; ayúdame a hacer a un lado todo lo que obstaculiza mi encuentro con Él. María, alcánzame la gracia de que la Palabra de tu Hijo me conmueva, de que su amor me transforme y de que su perdón me haga capaz de perdonar. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: !Mi Dios y mi todo, no permitas que te pierda con el pecado mortal!

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día tercero: Honrar al Milagroso en casa o en la iglesia, con algún homenaje.

Consideración para el día cuarto: Una imagen vale más que mil palabras

La imagen de Jesucristo crucificado que presidía la choza de la indígena era para ella todo su tesoro. No sólo era el “retrato hablado” del Nazareno que había predicado el Reino de Dios, Reino de justicia, amor y paz, sino también el inicio para ella de una nueva vida en Cristo. Aquella imagen no era una invención humana; era un regalo que Dios había querido hacerle a ella y a todo su pueblo.

La mujer indígena no pretendía atrapar en una representación visible al Dios invisible, sino entrar en comunión con Jesús, imagen perfecta del Padre, que por la encarnación se había hecho cercano, tocable. Sabía que un retrato no es la persona, pero la representa, la recuerda; y eso le bastaba. Quería sentirse como los primeros discípulos y poder repetir: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, eso que hemos visto y oído, eso les anunciamos para que también ustedes estén en comunión con nosotros, ya que estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1 Juan 1,1-3).

– Meditemos este texto bíblico, mientras contemplamos el rostro del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (hablar de Jesucristo con alguna persona, regalar alguna estampa o imagen de Jesús, etc.).

Plegaria:

Padre de bondad, escucha hoy esta mi plegaria sincera. Me postro ante la imagen de tu Hijo, el Señor de los Milagros, porque en él hay sanación y liberación, ya que “en él habita la plenitud de la divinidad” (Colosenses 2,9). Esta imagen me recuerda todo el amor que nos tienes y todas las gracias que nos concedes continuamente. Ya han pasado más de cuatro siglos desde los albores de esta devoción y el paso de los años confirma los portentos que por medio de ella quieres realizar entre quienes buscamos en el Señor de los Milagros salud y serenidad espiritual, prosperidad y gozo interior.

María, madre de Jesús y madre nuestra, alcánzanos con tu

intercesión el regalo maravilloso de que el rostro bondadoso de Jesucristo se refleje en todos los que meditamos esta novena. Yo sé que éste es también tu deseo. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: Dame, Señor, que con digna recepción de tus sacramentos, se aumente en mi la gracia.

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

2. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día cuarto: Ofrecer una Misa por la conversión de los pecadores más endurecidos.

Consideración para el día quinto: Crecimiento en Cristo

Una noche la indiecita oyó que la caja, dentro de la cual había colocado el crucifijo, traqueteaba y crujía con extraño ruido. Se acercó y comprobó que la imagen había crecido y reventado la madera de la caja. Era ahora una imagen casi de tamaño natural, tal como se encuentra aún hoy en el camarín de la Basílica y de donde sale únicamente cada siete años con motivo de las Rogativas. Enterados de aquel hecho extraordinario, los vecinos comenzaron a reunirse con fervor en torno a la imagen, convirtiendo la choza de la indígena en la primera capilla para veneración del Crucificado.

Cuando Jesús vivió en esta tierra, “crecía en edad y sabiduría delante de Dios y de los hombres” (Lucas 2, 52). Y cuando los hombres inicuos pretendieron quitarlo de en medio matándolo y sepultándolo, fue el momento en que creció con más gloria y esplendor por su maravillosa resurrección. “Por eso, Dios le dio el más alto honor y el nombre sobre-todo-nombre” (Filipenses 2,9).

El crecimiento de la imagen nos recuerda, además, que nosotros crecemos como personas y como cristianos. Lo dice bellamente san Pablo: “Dios preparó a los suyos para hacer su trabajo de servicio, para hacer crecer el cuerpo de Cristo… Así seremos personas maduras, desarrolladas conforme a la estatura completa de Cristo” (Efesios 4,12-13).

– Meditemos esta Palabra de Dios, mientras contemplamos en la imagen los pies del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (no comer a deshoras, hacer ejercicio físico, etc..).

Plegaria:

Te pido, Padre misericordioso, que mi devoción al Señor de los Milagros se manifieste también en mi crecimiento como persona y como cristiano. Que logre madurar en responsabilidad y honestidad; que perfeccione mis capacidades intelectuales para hacer mucho mejor la tarea que me has asignado en el mundo, y crezca psicológicamente al integrar todos los aspectos de mi existencia. Y tú, Señor mío Jesucristo, envía sobre mí y sobre mi familia el don de tu Espíritu Santo para que cimentemos nuestras relaciones en la concordia y el cariño mutuo.

María, madre de la esperanza, acompaña nuestro caminar y nuestro crecimiento como hijos tuyos y devotos fieles del Señor de los Milagros. Y protege con amor maternal la vida de los niños y de los jóvenes, para que sepan recibir de sus mayores los verdaderos valores de la vida. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: A ti, Señor, todo honor y gloria. No permitas que me desaliente en tu servicio

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

3.Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día quinto: Sobrellevar sin quejarse, alguna humillación o privación.

Consideración para el día sexto: El Cristo Vencedor

Los portentos de la imagen se regaron como pólvora por el contorno y mucha gente de los alrededores de Buga quiso conocer y venerar la santa imagen. Era una devoción descontrolada e indiscreta. Algunos arañaban la imagen para llevarse trocitos como reliquias, y de esa forma afearon horriblemente el crucifijo. Tanto que un visitador eclesiástico (en el año 1605) ordenó quemar esa imagen tan desfigurada. En una ceremonia oficial, arrojaron la imagen a las llamas. Pero no se quemó; antes bien, empezó a sudar y a renovarse. De este hecho maravilloso y de los milagros que se siguieron al tocar a los enfermos con los pañuelos empapados en el sudor aceitoso de la imagen quedaron documentos juramentados.

La autoridad eclesiástica, al constatar el crecimiento de la devoción a aquella imagen del crucificado, se vio obligada a autorizar el culto y a acompañarlo en las grandes festividades con algún sacerdote. Tal vez sea un recuerdo de esta prueba de fuego la fabricación de los rayos de luz que despide la cruz del Señor de los Milagros. La victoria de la imagen sobre el ímpetu del fuego destructor recordaba la victoria más gloriosa de Jesús crucificado, vencedor del pecado y de la muerte con su resurrección. Decía san Pedro: “a este Jesús que crucificaron, Dios lo resucitó de entre los muertos; él es la piedra angular que ustedes desecharon” (Hechos 4,10-11). Y san Pablo escribe: “Lo cierto es que Cristo fue resucitado de entre los muertos; él es el primer fruto de la cosecha de los que vencen la muerte” (1 Corintios 15,20).

– Meditemos esta Palabra de Dios, mientras contemplamos los rayos luminosos de la cruz del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (crear mejor ambiente en el hogar, perdonar las ofensas, etc..).

Plegaria:

Señor, haz que el fuego de tu amor y la gracia de tu sanación iluminen mi oscuridad y derritan el hielo del mal que aún habita en mí. Que a partir de ahora pueda yo amar a los demás con todo mi corazón, incluso a quienes me han lastimado. Perdona, Señor, las veces que me he agobiado a mí mismo y también a otros con la envidia y los celos. ¡Cúrame de la ausencia de amor en mis pensamientos, palabras y obras!

María, madre del Perpetuo Socorro, después de haberme encontrado con tu Hijo Jesucristo deseo caminar junto a él por toda la vida. Alcánzame la gracia de vivir siempre en la luz y transmitirla a los demás. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: Señor, no me dejes caer en la tentación y apaga las llamas de mis pasiones.

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día sexto:  Antes de terminar la novena hacer una confesión, como si fuera la última de la vida.

Consideración para el día séptimo: El Cristo que atrae multitudes

La prueba de fuego significó un gran crecimiento en la afluencia de devotos ante la imagen del Señor de los Milagros. En las crónicas del santuario se habla de un minero peruano que vino a Buga en 1622. Desde entonces, cada peregrino que se postra ante la imagen ve con sus ojos un crucifijo, pero con la fe va más allá, hasta la presencia de Cristo resucitado, el que venció la muerte y sigue venciendo en nosotros toda clase de maldad. Ese Jesús victorioso es el que, como en su vida terrena, sigue atrayendo multitudes. Así se realiza lo que Él mismo había proclamado: “Cuando sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12,32). La cruz, que antes era patíbulo infame, se convirtió en imán que atrae corazones sedientos de verdad, porque Cristo, desde lo alto de la cruz, sigue convocando a todos los seres humanos para un encuentro de amistad.

La cruz gloriosa del Señor de los Milagros, que despide rayos de luz, es un claro signo de esa victoria de Jesucristo, que ha sido glorificado por el Padre Dios para la salvación del mundo. Ahora reconocemos como el centurión romano: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15,39). Ahora sabemos que Él es el Verbo encarnado, la Palabra definitiva de Dios. Y recordamos que Jesús había dicho: “Cuando levanten en alto al Hijo del Hombre, entonces reconocerán que soy el que soy” (Juan 8,28).

– Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos la corona del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (orar ante un crucifijo o hacer una visita a Jesús en el santísimo Sacramento, etc.).

Plegaria:

Señor Jesús, tú abriste un nuevo camino de salvación cuando predicaste la paz y la verdad, cuando callaste ante las injurias y no buscaste venganza contra los que te perseguían. Tus sufrimientos nos dieron redención porque amaste en el sufrimiento y sufriste con amor. Perdóname porque con mi indiferencia he dejado a otros en la cruz del sufrimiento; porque con mi ira y mi rencor he provocado en otros el temor y la ansiedad. Atráenos a todos con el abrazo de tu amor para convertirnos en misioneros de paz en tu nombre.

María, madre del Perpetuo Socorro, que sostienes con tu izquierda al niño Jesús y con la derecha lo señalas, gracias por mostrarnos a Jesús, vida dulzura y esperanza nuestra. Gracias por enseñarnos que en Jesucristo hay redención abundante para todos los seres humanos. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: Señor has que mi alma sea para Tí un templo adornado con todas las virtudes.

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día séptimo: En honor del Milagroso alumbrar cada año la Cruz de Mayo.

Consideración para el día octavo: Cambiar de cauce

Cuando los vecinos de Buga quisieron construir un templo al Señor de los Milagros, tropezaron con la dificultad de que no podían levantarlo muy cerca del río, porque sus márgenes eran aún muy inestables. Y cuentan que, el día menos pensado, el río cambió de cauce hacia el sur, desviándose al lugar por donde hoy corren sus aguas. Entonces, sobre el lugar donde se suponía había sido hallada la imagen, se construyó la «Ermita», y, siglos más tarde, la actual Basílica.

El río cambió de cauce. Así mismo, el Señor nos exhorta a cambiar de ruta, a enderezar nuestros caminos, a buscar cada día mejores rumbos de vida. El cristiano no se puede estancar; tiene que seguir avanzando. Y, a veces, tiene que cambiar de cauce en su vida para realizarse plenamente como persona. Con esta invitación empezó Jesús su predicación del evangelio: “Cambien de actitud, y crean en el mensaje de salvación” (Marcos 1,14).

– Meditemos estas palabras del evangelio, mientras contemplamos la boca del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (meditar en el amor de Dios, hacer una revisión de vida para ver qué es lo que urge cambiar, etc.).

Plegaria:

Te doy gracias, Señor Jesús, porque con tus palabras y tu ejemplo viniste a proponer un nuevo modo de ser personas y de vivir en fraternidad. Perdóname porque a veces me he desviado del camino del bien, y perdona a todos aquellos que no quieren cambiar y persisten en sus errores. Y con tu perdón danos la fortaleza de tu Espíritu Santo para caminar por sendas de justicia y rectitud.

María, nuestra Señora del camino, que acompañaste a tu hijo Jesús durante toda la vida y, en especial, por la vía del calvario, ilumínanos con la estrella que brilla en tu frente y cúbrenos con tu manto protector. Ven con nosotros al caminar, y consuélanos con tu presencia en el momento de la muerte. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: Señor que tu nombre sea glorificado en toda la tierra.

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día octavo: Aconsejar a los enfermos la Novena del Señor de los Milagros.

Consideración para el día noveno: El amor nos hermana en Cristo

Los devotos del Señor de los Milagros provienen de muchos lugares del país y del extranjero, como una inmensa fraternidad espiritual. Para todos ellos, recibir una gracia del Señor es sentirse en la obligación de agradecer y de hacer el bien a los demás. «Cumplir una promesa» no es tan sólo llegar hasta la santa imagen, depositar una limosna y rezar alguna devoción; es esto y mucho más. Es sentirse invitado a ser más cristiano y a formar comunidad, a ser más hermano de los demás.

El peregrino del Señor de los Milagros no puede olvidar el gesto de la indiecita que originó esta devoción. Sabe que no pide solamente para él y sus familiares, sino que implora del Señor salud, paz y prosperidad para todos. Así lo reconoció el apóstol Santiago: “Oren unos por otros para alcanzar sanación. La oración fervorosa de una persona buena tiene mucho poder” (Santiago 6,16).

– Meditemos estas palabras del apóstol, mientras contemplamos el rostro del Señor de los Milagros.

– Pidamos al Señor la gracia deseada.

– Hagamos un propósito concreto, así sea algo pequeño (cuidar la naturaleza, hacer una obra buena sin fomentar la mendicidad, etc.).

Plegaria:

Padre Dios, tú me creaste de tal manera que fuera capaz, por medio de mi servicio y mi amor, de alcanzar la felicidad aquí en la tierra y después contigo en el cielo. Renuncio a cualquier antipatía y rencor, a cualquier tipo de violencia, y me decido por el amor. Al terminar esta novena envía tu Espíritu Santo sobre mí, para que pueda amarte en toda persona y en toda criatura.

María, madre del Señor y madre nuestra, sé que aún existen en mi vida aspectos que no han sido sanados por el amor. Desde hoy quiero vivir cada momento de mi vida por amor a Dios y a los demás, como lo hizo Jesucristo tu Hijo, a quien contemplo en la imagen del Señor de los Milagros. Señora mía y madre mía, ruega a él por mí para alcanzar la gracia que he implorado en esta novena. Amén.

Padre Nuestro… – Ave, María… – Gloria al Padre

Jaculatoria: Señor de los Milagros, ten piedad de los pobres, de los enfermos y de los pecadores.

Medite brevemente y pida la gracia que desea conseguir en esta novena.

GOZOS AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Milagroso, buen Jesús, sálvenos tu santa Cruz.

Bondadoso, buen Jesús, eres Vida, Gozo y Luz.

  1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor,

y con ese inmenso amor cruzaste nuestros senderos,

Dios y hombre verdadero, nuestro guía y nuestra luz.

  1. El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad,

la paz y la caridad que un nuevo mundo proclama

y que el corazón inflama, Peregrino de Emaús.

  1. Admirable caridad de una indígena sencilla,

que te obliga ¡oh maravilla! a volver una vez más

para mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

  1. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso,

porque el Cristo Milagroso –como un astro de luz pura–

sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

  1. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena,

cambias en gozo las penas y en gracia los sufrimientos,

a los tristes das contento y pan a la multitud.

  1. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor.

Mira al pueblo en aflicción, Samaritano divino,

y que tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

  1. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz,

concédenos superar la violencia fratricida.

Cambia, Señor, las heridas en justicia y rectitud.

CONSAGRACIÓN AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, bendecirte y darte gracias por tantos favores como me has concedido.

Señor de los Milagros, porque te amo, me arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi corazón;

te prometo comenzar desde hoy una vida nueva.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero verte presente en cada uno de mis hermanos.

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a suplicarte como el leproso del evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc 1,40).

Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.

Señor de los Milagros, porque te amo, me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres queridos, con mis trabajos, problemas y alegrías.

Señor de los Milagros, porque te amo, quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo.

Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

Práctica para el día noveno: Hacerse apóstol de la devoción al Señor de los Milagros de Buga.