Origen y desarrollo de la Congregación del Santísimo Redentor
Compadecido de los pobres, sobre todo de los campesinos que entonces constituían una gran parte del pueblo, san Alfonso María de Liguori, el año 1732 en la ciudad de Scala (Reino de Nápones), fundó la Congregación de Misioneros del Santísimo Salvador, llamada después en 1749 del Santísimo Redentor, para que siguiendo al mismo Redentor predicaran el evangelio a los pobres: “Me envió a anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18).
Él mismo y sus compañeros entre los que brilló san Gerardo Maiella, se esforzaron por remediar las necesidades espirituales que entonces experimentaban las pobres gentes del campo, sobre todo con misiones, ejercicios espirituales y renovaciones, a ejemplo de san Pablo (Hch 15,36).
Ardía Alfonso en deseos de predicar el evangelio, tanto a los pueblos de África y Asia, cosa que él mismo manifestó muchas veces en sus cartas, como a los cristianos separados de la Iglesia Católica; por ejemplo los Nestorianos de Mesopotamia. Procuró encender en sus hijos el ardor apostólico proponiendo en las Constituciones el voto especial de evangelizar a los infieles (1743), voto que fue suprimido por los censores romanos en 1749.
Con gran firmeza creyó Alfonso que su Congregación, bajo el patrocinio de la Bienaventurada Virgen María, había de colaborar esforzadamente con la Iglesia en la obra de ganar el mundo para Cristo. Por eso trabajó con todas sus fuerzas para que la Congregación se dilatara y consolidara, primero con el voto de perseverancia en 1740 y después los votos simples en 1743, y para que fuese legalmente aprobada para la suprema autoridad eclesiástica, lo cual obtuvo por fin cuando Sumo Pontífice Benedicto XIV aprobó solemnemente, el 25 de febrero de 1749, tanto el Instituto como sus Constituciones y Reglas. Desde entonces los congregados emitieron sus votos simples, reconocidos por la autoridad pontifica, que luego alcanzaron el carácter de votos religiosos públicos por la Constitución Apostólica Conditae a Christo de León XIII (8-12-1900).
La Congregación comenzó a propagarse poco a poco por diversas partes de Europa. Desde allí, por el impulso del P. José Armando Passerat, atravesó el océano y se extendió por América, dónde trabajó animosamente san Juan Nepomuceno Neumann. Después se propagó por otras regiones, hasta igualar sus propios confines con los límites del mundo.
De esta manera, la Congregación del Santísimo Redentor se ha adentrado poco a poco, en diversos campos de apostolado y ha asumido el trabajo misionero tanto entre fieles como entre no cristianos y hermanos separados de la Iglesia Católica.
Los congregados, empeñados en proseguir la obra misionera del Santísimo Redentor y de los apóstoles, se esfuerzan diligentemente por conservar del espíritu fundador Alfonso, en constante armonía con el dinamismo misionero de la Iglesia, especialmente en favor de los pobres y acudiendo con todo empeño en ayuda de las necesidades más urgentes del mundo actual.