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Mensaje de la devoción

La indiecita libró de la cárcel a un endeudado padre de familia:

Así socorrió al mismo Jesús que se identifica con el necesitado. Nuestra vida cristiana cobra valor, más que por la multitud de oraciones, por la forma de tratar al hermano pobre, hambriento, prisionero. El prójimo se vuelve puente para llegar hasta Dios.

Aquella mujer dio un mensaje estupendo al socorrer a un necesitado. Los devotos del Señor de los Milagros han de prometer a sus plantas que serán misioneros por la palabra, con el ejemplo, por el interés de ayudar a sus parroquias y servir en sus comunidades y a los prójimos más necesitados y desvalidos.

 

El río donde el Cristo apareció:

Nos recuerda nuestro bautismo, en cuyas aguas nacimos a la fe, a la gracia, al compromiso con la Iglesia.

El hallazgo de la imagen se verifica, no en el templo ni en la casa, sino en el río, mientras la mujer trabaja. Al Señor lo hallamos en la oración y también en el taller, la oficina, la calle, incluso en el sitio de diversión, dondequiera que obremos como cristianos.

 

El Cristo que creció:

Nos enseña que no hemos de contentarnos con nuestra estatura espiritual de recién bautizados, sino que hemos de crecer hasta alcanzar la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios.

 

La imagen arrojada a las llamas salió sin daño de la prueba:

Jesús, víctima de la muerte y sepultado, resucitó glorioso y triunfador. Nos invita a no dejarnos abatir por las tribulaciones, a purificarnos en el sufrimiento, a superarnos como nos lo enseña el misterio de la Pascua, que es paso de la muerte a la vida.

La devoción al Señor de los Milagros nos invita a rendir culto al Señor en el sublime misterio de la cruz. Nuestra devoción no se dirige a la imagen material en sí. Ella es un venerable símbolo. Cuando agradecemos o pedimos un milagro, éste no es realizado por el Cristo muerto del Calvario, sino por el Cristo vivo y glorioso de la Resurrección, el Cristo de la Pascua.