Muchas veces pensamos que el perdón es un regalo para el otro sin darnos cuenta que los únicos beneficiados somos nosotros mismos.
El perdón es una expresión de amor. El perdón nos libera de ataduras que nos amargan el alma y enferman el cuerpo. No significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. Perdonar no significa dejar de darle importancia a lo que sucedió, ni darle la razón a alguien que te lastimó. Significa dejar de lado aquellos pensamientos negativos que nos causan dolor o enojo. La falta de perdón te ata a las personas con el resentimiento, te mantiene encadenado (a). La falta de perdón es el veneno más destructivo para el espíritu ya que neutraliza los recursos emocionales que tienes.
El perdón es una declaración que puedes y debes renovar a diario. Muchas veces la persona más importante a la que tienes que perdonar es a ti mismo por todas las cosas que no fueron de la manera que pensabas. La declaración del perdón es la clave para liberarte. ¿Con qué personas estás resentido? ¿A quiénes no puedes perdonar? Perdona para que puedas ser perdonado; recuerda que con la vara que mides, serás medido … Aligera tu carga y estarás más libre para moverte hacia tus objetivos.
De todas las experiencias que pueda tener el ser humano, en el perdón encontraremos la fuerza que nos rescata de ese mar de emociones conflictivas que nos producen dolor, sufrimiento y que nos anclan en el pasado. Es el medicamento ideal para muchas enfermedades y estados negativos del ser humano; es la fuerza suprema que nos impulsa, enriquece y fortalece. Perdonar no significa olvidar los hechos ocurridos, tampoco excusar el comportamiento de quienes nos han herido. Menos, resignarnos y aceptar el dolor y sufrimiento que nos han ocasionado. Perdonar es sanar la vida, es tomar la decisión valiente de desprendernos del pasado para sanar el presente y construir un futuro; recuperando la paz interior. Es encontrar la salida y resolución de todos esos sentimientos de crítica, ira, culpa, miedo, rencor, rabia e impotencia.
Así volvemos a recuperar nuestra identidad y poder para unificarnos, conectarnos con nosotros mismos y reconciliarnos con los demás. Aprender a perdonar aumenta la esperanza de vida, la autoestima personal y ayuda a sanar las relaciones. Aprender a perdonar es bueno para la salud mental, el bienestar físico y las correctas relaciones humanas. El Perdón es el elixir mágico que abre las puertas de nuestro presente, nos conecta directamente con lo que somos. Perdonar es soltarse a la aventura de vivir en plenitud, sin ataduras, sin nada que nos paralice para seguir nuestro rumbo. Si no perdonas no te liberas y te estancas en tus emociones. Cuando nos resistimos al perdón nos enfermamos, nos cargamos de tensiones, la vida nos parecerá una lucha constante para conseguir nuestras metas. Nuestras relaciones personales se tornarán llenas de conflictos.
Vivimos muriendo y quejándonos de todo lo que hacemos. La rabia y el descontento nos martilla el cerebro frente a cualquier circunstancia inesperada. No tenemos control de nuestras emociones y en cambio son ellas las que manejan nuestras vidas, hasta tal punto de llegar a rechazar nuestro cuerpo. La cura está en ti mismo, pero sobretodo en Dios que a través de su Hijo Jesús nos da su amor sanador.